Por Julio Gutiérrez
“Llegar a la cima es algo indescriptible. Me dejó boquiabierto. Me encantó. El frío es impresionante, pero se aguanta para poder estar allí, al pie de la Virgen. Es una experiencia única e inolvidable”, cuenta, aún exaltado, el administrador y contador Winston Mindiola.
El viajero marabino prosigue narrando, con mucha emoción, lo que vivió la mañana del pasado sábado 22 de octubre: “Uno se encuentra allí con algo nunca visto y queda impresionado por el paisaje, que está en nuestro país, y en uno de los estados más bellos”.
Orgullo patrio. Admiración por la imponente naturaleza. Conexión con el universo. Agradecimiento infinito al creador. Alegría. Euforia. Relajación total. Son sensaciones que viven los turistas nacionales al llegar al pie de la blanca estatua de mármol italiano de la Virgen de las Nieves con los brazos abiertos en pico Espejo, a 4.765 metros sobre el nivel del mar (msnm).
Desde la ciudad de Mérida hasta allí sube el nuevo y moderno teleférico Mukumbarí. Este ícono turístico del estado y del país fue inaugurado el pasado abril. Otro funcionó desde 1960 hasta 2008, cuando fue cerrado.
El sistema anterior lo conoció el ingeniero Alfonso Petit. “Subí muchas veces hasta Pico Espejo en el viejo teleférico, desde que estudiaba sexto grado, en 1975. Y algunas veces hasta jugué con nieve”. Compara: “Quedé impresionado por la modernidad del Mukumbarí, se ve que fue hecho con tecnología de punta y la infraestructura es bellísima. La Virgen parece nueva. Todo permite disfrutar aún más del paisaje, que sigue siendo uno de los más fantásticos que he visto”.
Nada detiene a los visitantes en su salida inmediata al exterior de la quinta y última estación. Un mirador de unos 150 metros de largo por uno 3 metros de ancho, con barandas de vidrio de más de un metro de alto, conduce hasta la escultura mariana colocada desde 1965. Alrededor no hay vegetación, solo formaciones rocosas.
Temperaturas bajas, a veces bajo cero, que se comienzan a sentir desde la cuarta estación, obligan a protegerse con abrigo, guantes, bufanda y gorro desde antes de llegar a la cúspide.
La visibilidad del paisaje dependerá del tiempo. Cuando está despejado, sobre todo en las primeras horas del día, puede contemplarse todo alrededor de la moderna infraestructura de dos niveles, incluso, muy cerca, la cúspide del pico Bolívar, a 4.978 msnm. También pueden divisarse las de Humboldt, Bompland, Toro y León.
Con mal tiempo, la vista panorámica se reduce a la Virgen y la estación. En meses de lluvia puede sorprender una nevada que cubre todo el paraje.
Una hora es el tiempo máximo permitido de permanencia en pico Espejo, así lo anuncian los guías. “Se recomienda caminar despacio, no correr en las instalaciones”, insisten. Es aquí donde puede sentirse falta de oxígeno y presentar dolores de cabeza, fatiga, mareos y vómitos. Ante cualquier síntoma se debe acudir al servicio médico. Impera mantenerse hidratado.
Durante ese tiempo, antes o después de un paseo por el exterior, se puede disfrutar de los amplios espacios de la estación, como dos miradores —uno abierto y otro cerrado, con vidrio— y de un chocolate o té caliente con dulces andinos que expende una cafetería.
A Pico Espejo se llega tras recorrer 12,5 kilómetros a lo largo de cinco estaciones. Por ello, es considerado el teleférico más alto y largo del mundo. Los usuarios suben en cabinas, con capacidad para 60 personas, a través de tramos de 3,5 kilómetros entre estaciones durante unos 15 minutos. Suma 60 minutos la subida completa. Dos novedosos funiculares suben y bajan en ambos lados de cada trecho.
La bajada hasta Barinitas se puede realizar en el tiempo que el usuario desee, teniendo la oportunidad de detenerse en cada estación y deleitarse con sus atractivos, como senderos de interpretación, como lo hizo, el pasado 18 de noviembre, el contador perijanero Jesús García. “Visitar uno de los atractivos turísticos más interesantes del país permite disfrutar de la hermosa visual del paisaje andino, con esa sensación de altura, de bajas temperaturas, de desconexión de la cotidianidad… una experiencia única con la naturaleza, a muy bajo costo”.
García pagó 3.500 bolívares, el costo de entrada general. Niños de 4 a 12 años y estudiantes cancelan 2.250; adultos mayores y personas con discapacidad, 2.000; y los extranjeros, 50 dólares.
Barinitas, la estación base y la más grande, a 1.577 msnm, está frente a la plaza Las Heroínas, en el centro de la capital andina. Allí, a la izquierda de esta innovadora edificación están las taquillas. La venta de boletos, personalizada, se realiza de 7:30 a 1:00 de la tarde. A la derecha, hay feria de comida, tiendas de souvenirs y dulcería típica merideña, entre otros.
Allí llegó Mindiola. “Cuanto me enteré del inicio de la etapa comercial comencé a planificar el viaje. Al llegar a Barinitas y cuando uno comienza a subir en el vagón aumentan la emoción y la curiosidad por explorar lo que hay detrás de esas grandes montañas que se ven al frente, y que esa gran obra, moderna, bonita, bien cuidada, lo permite y bien vale la pena vivir la experiencia”.
Las cabinas suben cada media hora. En el comienzo de la travesía se divisan desde el funicular los pueblos y paisajes del valle del río Chama. Comienza a experimentarse la sensación de estar como en el aire, aún cuando dentro de la cabina se siente total seguridad mientras asciende. Solo cuando llega a cada una de las torres se siente el vaivén. “En el vagón se experimenta la seguridad de todo el sistema”, recalca Mindiola.
La segunda estación es La Montaña, a 2.435 msnm, donde están ubicados un centro de convenciones, un café y un restaurante de comida típica de la región, que fue inaugurado este mes. Son dos de los 16 locales que ofrecen gastronomía andina. El sistema suma más de 40 servicios, productos y actividades turísticas variadas, según se informa en su página web. Esta parada cuenta con una amplia terraza con vista panorámica de la planicie de la urbe.
Luego se llega a La Aguada, a 3.452 msnm, donde se aprecia el páramo andino caracterizado por el frailejón. Las bajas temperaturas invitan disfrutar de un rico café en un local operado por estudiantes del Hotel Escuela.
Sigue Loma Redonda, a 4.045 msnm, desde donde, cuando el tiempo lo permite se comienza a divisar la montaña más alta del país. Tiene otra cafetería, que abrió también hace pocos días. Desde allí se sube directamente hasta Pico Espejo. En ese tramo se observa la laguna de los anteojos.
Hasta lo más alto de las montanas andinas quiere ascender una y otra vez Mindiola. Ya tiene incluido la travesía de unas cinco horas del Mukumbarí en su viaje a Mérida el próximo febrero, con la esperanza en que esta vez sí conocerá la nieve.
